Un debate histórico
Por mucho tiempo se dijo que el dios taíno de los huracanes, era Juracán. Con el tiempo se ha ido aclarando que ese no era realmente el dios, sino la tormenta. Esto lo sabemos, porque fray Ramón Pané, quien documentó las creencias de los taínos, escribió lo siguiente:
“Este cemí Guabancex estaba en un país de un gran cacique de los principales, llamado Aumatex. El cual cemí era mujer, y dicen que hay otros dos en su compañía; el uno es pregonero y el otro recogedor y gobernador de las aguas. Cuando Guabancex se encoleriza, dicen que hace mover el viento y el agua, y echa por tierra las casas y arranca los árboles…los otros dos cemíes… se llaman el uno Guatauba, y es pregonero o heraldo, que por mandato de Guabancex ordena que todos los otros cemíes de aquella provincia ayuden a que haya viento y lluvia. El otro se llama Coatrisquié, y de éste, dicen que recoge las aguas en los valles entre las montañas, y después las deja correr para que destruyan el país...”
Osea, estos cemíes operaban como un triunvirato. Estaba Guabancex, deidad de los huracanes, Guataubá, encargado de pregonar el mal tiempo, los vientos y las lluvias, y Coatrisquie, quien recogía y agrupaba las aguas en los valles y las dejaba correr.
Sebastián Robiou Lamarche, nos dice que había otro triunvirato de cemíes; Iguanaboína, la gran serpiente, quien era madre de dos cemíes gemelos, Boínayel y Márohu. Este grupo de cemíes estaban encargados de la noche, el día, la lluvia y la sequía. Representaban el principio solar y el lunar. Si había un desbalance entre ellos, entonces se podía manifestar Guabancex. Es probable que ambos el triunvirato de Iguanaboína y el de Guabancex, respondieran a Atabey, quien entre otras cosas, era la Madre de las Aguas.
Pero, Francisco Moscoso, señala que en todo el escrito de Pané, en ningún momento aparece la palabra huracán. Moscoso nos dice que el cronista Pedro Mártir de Anglería, en su obra Décadas del Nuevo Mundo (publicada en 1530), escribió lo siguiente: “Los indígenas llaman huracanes a los rabiosos torbellinos de viento que solían arrancar de cuajo grandes árboles y derribar con frecuencia sus moradas”. Sobre los cemíes del huracán, Anglería escribió: “Por eso a semejanza de tales espectros hacían sus zemes o figuras adorables de madera o tela de algodón, que rellenaban de la misma sustancia hasta darle la dureza de la piedra, a la manera que los pintores dibujan vestigios en las paredes para apartarlos por el terror de sus maldades”. O sea, claramente Anglería aquí hace referencia a un cemí al que llama Huracán y no Guabancex.
Fue Anglería el primer cronista, y aunque nunca estuvo en América, conocía a Colón desde que el navegante negociaba los términos para emprender su primer viaje. Fueron Colón y otros testigos de la época, sus fuentes para escribir su obra, que cubren desde el 1493 hasta el 1525.
Moscoso señala también que Bartolomé de las Casas define al huracán como “gran tempestad” y que Oviedo escribió que “Huracán, en lengua desta isla, quiere decir propiamente tormenta o tempestad muy excesiva”. De manera resumida, Moscoso concluye que no tenemos suficiente información para conectar a Guabancex con los huracanes. “Tienen en común las grandes tempestades y sus efectos devastadores”, nos dice. Pero también, nos cite a José Juan Arrom quien dijo que las contradicciones entre las distintas fuentes que tenemos “demuestran lo difícil que a estas alturas resulta indagar el sentido original de las voces taínas”.
En realidad no pretendo escoger lados en este asunto. Por mucho tiempo yo mismo di por cierto que era Guabancex el cemí de los huracanes. Pero, debemos recordar que Pané no viajó a todos los yucayeques indígenas, solo estuvo en algunas partes de La Española, y en el caso específico de Guabancex, lo menciona como que estaba en “un país”. Y claro, es importante siempre recordar que toda la información que tenemos fue escrita por europeos y colonos, y no por lo mismos taínos. Pero, ese siempre es unos límites de la documentación que tenemos. En fin, no pienso que el argumento de Moscoso descarta la posibilidad de que fuera Guabancex la deidad de los huracanes, pero ciertamente hace un buen argumento para que no se descarte tampoco a Juracán.
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Fuentes:
-El gran huracán, de Francisco Moscoso
-Mitología y religión de los taínos, de Sebastián Robiou Lamarche
-Taínos y Caribes, de Sebastián Robiou Lamarche
-Relación de las antiguedades de los indios, de Fray Ramón Pané
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