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Writer's pictureAndrés Sanfeliú Cruz

Cuando llegó la luz

Updated: Aug 23

La historia de la energía eléctrica en Puerto Rico





Desde por lo menos 1865, vivía gente en un área de Juana Díaz que se conocía como el Barrio Vacas. Ya 10 años después la población en el área había crecido y se estaba desarrollando el comercio. Fue más o menos entonces que llegó al área el acaudalado Don José Ramón Figueroa, nativo de la provincia de Lugo en España, de un pueblo llamado Villalba. Don José adquirió una finca de café y construyó una casa allí. Para 1895 estableció una parroquia dedicada a la Virgen del Carmen, construyó un cementerio y un acueducto. Pero, lo más importante para esta historia, es que instaló en su finca el primer sistema de alumbrado eléctrico en Puerto Rico. Claro, era un sistema privado. No sé la fecha exacta en que se instaló, pero ya para abril de 1893, el sistema estaba en operación.


Para aquel tiempo, la iluminación en las casas se lograba con quinqués (inventadas por el francés Antoine Quinquet en 1783), que funcionaban a base de velones con aceite de oliva. En 1820 se estableció el alumbrado público en las calles que funcionaba también con aceite de oliva. En 1865, se sustituyó este aceite por el petróleo. Ya para 1890, motivado por un Real Decreto, Don Ulises del Valle propuso establecer un sistema de alumbrado eléctrico en Puerto Rico y Don Carlos Ascensio obtuvo una licencia para hacerlo. Sin embargo, esta primera gestión parece que nunca llegó a nada.


Volviendo a Villalba, parece que Don José era pana de Luis Muñoz Rivera, quien en abril de 1893 visitó su finca (por eso sabemos que para esa fecha el sistema estaba operacional). Esta fue la primera vez que Muñoz Rivera vio la luz eléctrica y quedó tan impactado con lo que presenció, que lo recogió en una crónica:


“Por primera vez había de instalarse en Puerto Rico. Y no tocaba ese honor a la capital, a Mayagüez ni a Ponce. Realizaban la obra en colaboración los señores Figueroa y Vidaurre; aquel, con sus recursos cuantiosos; éste, con sus laboriosidad y su inteligencia.


A las seis de la tarde, barbotaba el vapor en la máquina que engendraba las corrientes; a las siete, se encendían los focos, iluminando con vivas claridades los contornos.


Era un espectáculo.

En plena campiña, el progreso con sus resplandores más brillantes.


Los aparatos cuestan al señor Figueroa más de dos mil quinientos duros; pero nadie podrá discutirle la gloria de ser el primero que instala en este país el alumbrado por electricidad.”


Un poco antes de este suceso, el 15 de febrero de ese año, Don Melquiades Cueto, presidente de la Sociedad Anónima de la Luz (SALE), recibió autorización para instalar un sistema de alumbrado en San Juan. Esto coincidió con un suceso importante. El 9 de marzo de 1893, se anunció que la Infanta María Eulalia de España y su marido harían escala en San Juan de camino a la Exposición de Chicago. Había que impresionar. Así que la Diputación Provincial y el Ayuntamiento aprobaron unos presupuestos bien grandes para limpiar y decorar la ciudad. SALE aprovechó este momento para instalar la primera iluminación eléctrica en San Juan, que consistió de 8 focos y 600 lámparas incandescentes.


Visita de la Infanta María Eulalia a San Juan

Un poco antes de que todo esto ocurriera, la compañía de gas en San Juan había enfrentado unas protestas en contra de sus altas tarifas que resultó en el “destrozo de lámparas en la carretera pública”. Ahora la compañía de gas se vería amenazada por la luz eléctrica. Así que, unos meses más tarde, esta compañía demandó a SALE, por su derecho a iluminar ciertas partes de la ciudad. A pesar de esto, entre 1894 y 1898, SALE continuó recibiendo autorizaciones para continuar extendiendo el alumbrado eléctrico, hasta que en 1903 desapareció el último alumbrado público de gas en la ciudad.


Aunque SALE alumbraba la mayor parte de la ciudad, no tenía exclusividad, ya que otra compañía alumbraba Puerta de Tierra, Santurce y otros sectores. El próximo municipio en tener luz eléctrica fue Mayagüez, en 1896, seguida por Utuado en mayo de 1897 y Ponce en octubre de ese año, y luego Arecibo en 1903. El alumbrado eléctrico era suplido por distintas compañías privadas en cada pueblo (no estoy claro si el sistema era privado en Arecibo).


Luego del cambio de soberanía, empresarios del extranjero comenzaron a interesarse en la industria de la energía eléctrica en Puerto Rico. J.B. White Company, unos inversionistas norteamericanos, crearon la San Juan and Río Piedras Railway Company (SJRPRC) en 1898 y el San Juan Light and Transit Company (SJLTC) en 1899. Compraron los derechos y las propiedades de la firma Ubarri. La SJLTC era la compañía principal y la SJRPRC era la corporación dueña de “la porción del camino que pertenecía a tierras públicas” (Latimer Torres).


El gobierno militar le dio permiso a la SJLTC “para cambiar la anchura de las carreteras, construir una planta eléctrica, hacer vías adicionales en San Juan y construir y operar un dique frente al mar en el Parque Borinquen”. Desde su establecimiento, esta compañía le suplió la electricidad a parte de la ciudad, incluyendo a Puerta de Tierra y Santurce.


En 1906, “todas las acciones de las respectivas compañías dedicadas a la producción eléctrica fueron adquiridas por la Porto Rico Power and Light Company” (Latimer Torres). Los inversionistas de esta compañía eran de Canadá y Estados Unidos. Esta compañía utilizaba el agua de la represa de Comerío para producir electricidad y le distribuyeron energía a pueblos como Caguas, Comerío, Río Piedras, Bayamón, Cataño y Carolina, que no tenían hasta ese entonces alumbrado eléctrico. Aparte de los sistemas en los pueblos, también habían sistemas eléctricos privados en algunas centrales azucareras.


Represa Carite en Cayey, 1936

Hasta este punto, la energía eléctrica de la isla estaba en manos privadas, pero pronto esto comenzaría a cambiar. En 1908 la Asamblea Legislativa de PR aprobó la Ley de Riego, que creó el primer Sistema de Riego de Costa Sur de Puerto Rico, para atender el problema de las sequías que impactaban las siembras de caña en esta área. Se hicieron tres lagos artificiales, uno en Patillas, otro en Guayama (Carite) y otro en Juana Díaz (Guayabal). Aprovechando la construcción de estos embalses, se decidió aprovechar la caída del agua en Carite para producir energía eléctrica. Y así fue, que en 1915, se construyó la “primera central hidroeléctrica del gobierno de Puerto Rico” (Latimer Torres). Luego de la creación de esta primera central, surgió una gran demanda que superaba la producción de energía. Así que, en 1922, se inauguró una segunda central en Carite. Para administrar estas centrales, se estableció un organismo conocido como “Utilización de las Fuentes Fluviales” (UFF), que formaba parte del Departamento de lo Interior (hoy conocido como DTOP). A través de los próximos años, mientras se fue expandiendo el sistema de riegos alrededor de la isla, se fueron construyendo más centrales de energía hidroeléctrica, supliéndole a su vez electricidad a más pueblos que antes no tenían. Para 1924, un 83% de la isla tenía alumbrado eléctrico.

Sin embargo, este desarrollo de sistemas de energía eléctrica del gobierno, comenzó a traer conflictos con compañías privadas. Una línea “de Carite, Cayey, Comerío, Monacillos hasta la Planta de Cemento, que en aquella época era propiedad del Pueblo de Puerto Rico… motivó un pleito entre la Porto Rico Railway Light and Power Co. contra Utilización de las Fuentes Fluviales y el Pueblo de Puerto Rico, por entender dicha compañía que la construcción de dicha línea violaba sus derechos de franquicia” (Latimer Torres). La Corte Federal de Boston y luego el Tribunal Supremo, ambos decidieron a favor de Puerto Rico. Sin embargo, el pleito paralizó la línea por tres años.


Durante esos tres años, la UFF se vio forzada a firmar un contrato con la Porto Rico Railway Light and Power Co. para intercambiar energía hidroeléctrica de un sistema para el otro, para poder suplir la energía eléctrica a la Planta de Cemento. Pero claro, la Porto Rico Railway le estaba vendiendo la electricidad a la Planta a un precio mucho más alto que Fuentes Fluviales.


En 1941, la UFF se convirtió en la Autoridad de Fuentes Fluviales (AFF). La ley le permitió a la AFF “contratar, adquirir propiedades para servidumbres de paso, hacer préstamos y emitir bonos para propósitos de la corporación, garantizar el pago de sus bonos y toda otra obligación garantizada por sus ingresos; determinar, establecer, alterar, cambiar y cobrar tarifas razonables para el uso de sus facilidades, teniendo un completo control y supervisión de sus propiedades y actividades”.


Además de la AFF, los dos sistemas eléctricos más grandes eran el Porto Rico Railway Light and Power Company y el Mayagüez Light, Power and Ice Company. Esta última era de dueños puertorriqueños. La compañía de San Juan producía la mayor parte de su electricidad con petróleo importado, mientras que la de Mayagüez tenía una central termoeléctrica.


Ahora, ya para este tiempo estamos en la Segunda Guerra Mundial y sucedió que precisamente en el mismo 1941, los alemanes decidieron mandar submarinos a Puerto Rico a hundir los buques que suplían petróleo a la isla. Las compañías privadas, tuvieron que racionar la electricidad en sus áreas. Pero, el gobierno federal construyó instalaciones militares en las áreas suplidas por estas compañías. Estas, obviamente eran muy débiles para cumplir con la demanda de estas bases, sin embargo se rehusaban a conectarse con el sistema de la AFF que sí tenía la capacidad de suplir la energía necesaria, ya que sus plantas eran hidroeléctricas.


En respuesta a esta situación, el presidente Roosevelt decretó una orden ejecutiva para que el gobierno federal expropiara estas compañías. En julio de 1942, esta orden se ejecutó, nombrando a la AFF como el administrador de estos sistemas. Como sería de esperar, estas compañías no estuvieron de acuerdo y se formó un pleito que se extendió hasta el 1944, cuando aceptaron finalmente vender sus propiedades. La AFF terminó pagándole 10 millones a la compañía de San Juan y casi 2 millones a la de Mayagüez. Aparentemente los sistemas de San Juan estaban en condiciones deplorables.


El gobierno de EE.UU. estableció la Administración de Electrificación Rural en 1935 para ayudar a extender el servicio de energía eléctrica a más parte de la isla. Este programa se retrasó bastante por la Segunda Guerra Mundial. Pero algo interesante es que bajo este programa, fue que en 1959 se comenzaron a utilizar helicópteros para instalar sistemas eléctricos en áreas que de otra manera hubieran sido inaccesibles. También en 1935, el Congreso también estableció el PRRA, que otorgó muchos fondos para el desarrollo de la red eléctrica.

Aparte de las dos grandes compañías privadas que les mencioné habían otras compañías privadas o municipales que aún suplían la energía eléctrica en algunos pueblos de la isla, como Arecibo, Adjuntas, Yauco, Guánica, Cayey, Culebra y Vieques. Poco a poco, la AFF fue adquiriendo todos estos sistemas, unificándolos al suyo. El último en comprarse fue Cayey, aunque ya para ese tiempo el municipio recibía mucha de su energía de la Autoridad. El 30 de mayo de 1979, la AFF se convirtió en la Autoridad de Energía Eléctrica.


Aunque para 1924 la mayor parte de la isla tenía alumbrado eléctrico, no estoy claro en qué momento la energía eléctrica que se suplía a los pueblos pasó a utilizarse también en los hogares. Lo cierto es que extender el sistema eléctrico a toda la isla no fue tarea fácil, ni rápida. Pero, lo que se desprende de esta historia, es que si la energía hubiera permanecido en manos privadas esto nunca se hubiera logrado. Desde los pleitos legales hasta el mal mantenimiento de sus sistemas, queda claro que el interés estaba en los bolsillos y no en el servicio. No me atrevería a decir que esto fue así con todas las compañías privadas, porque no tengo los datos para sostenerlo. Sin embargo, este definitivamente fue el caso con la Porto Rico Railway Light and Power Company. Sí, una de las compañías que tenían dueños ausentes, en Canadá y en Estados Unidos.


Me parece extraño que luego de los casi 80 años que tomó desde que se instaló la primera luz eléctrica en Villalba hasta que se consolidó el sistema eléctrico de Puerto Rico, fuera tan fácil nuevamente poner nuestra calidad de vida a la merced de una compañía privada con dueños ausentes. Cuando hay un apagón, no es el tipo que vive en Canadá el que se ve afectado. Ese, aunque tuviera una planta eléctrica en su casa, a la que tuviera que salir a comprar algo, tendría que guiar por las calles sin semáforos, en la noche oscura con los postes apagados, a ver si encuentra algún negocio que esté operando. Los apagones salen caros. Nos cuestan dinero y nos cuestan vidas, y cada vez nos cobran más por un servicio que continúa empeorando. No estoy diciendo que la AEE era el mejor sistema, pero definitivamente era mucho mejor que lo que tenemos ahora. Además, es importante recalcar que LUMA se ha amparado en que al ser una compañía privada, no tiene que revelar información pertinente a la fiscalización del pueblo. Si el gobierno nos dice que hay que privatizar una agencia gubernamental porque no sirve, esto no es una justificación para la desmantelación de nuestros servicios esenciales. Es una admisión de que nuestro gobierno no sirve.


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Fuentes:


-La Autoridad de Energía Eléctrica y los Sistemas de Alumbrado en Puerto Rico (apuntes históricos), por Eugenio Latimer Torres, 1983


-Historia de la Autoridad de Energía Eléctrica, por Eugenio Latimer Torres, 2021


-Historia de los Pueblos de Puerto Rico, por José A. Toro Sugrañes, 1997


-Historia cronológica de Puerto Rico, por Federico Ribes Tovar, 1973


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1 Comment


Guest
Jun 13

¡Estupendo!

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